Artículo nº12
Reinventar el paisaje fluvial para adaptar la ciudad al clima del mañana
En el marco y adaptación al nuevo clima global, las ciudades tienen la difícil tarea de transformarse para ser resilientes ante las nuevas condiciones ambientales. Dicha evolución debe poner el foco en el territorio, volviendo la mirada al origen de la ciudad.
Hoy, las ‘infraestructuras azules’ suponen una
gran oportunidad para mitigar los efectos adversos del urbanismo del siglo XX y
del aumento de temperaturas, siendo estas infraestructuras un refugio ante inundaciones, aumento de temperaturas o escasez de zonas verdes en la ciudad.
Analizando el
ámbito de la ciudad distinguimos diferentes escalas: la escala del núcleo,
puramente urbana; la escala de la periferia, compuesta por elementos
limítrofes entre lo urbano y el suelo no urbano; y la escala extraurbana que recoge los suelos agrícolas, por lo general atravesados por la
infraestructura azul dado que la ciudad por lo general tiene su origen en torno
a un río y es en torno a él donde se produce su desarrollo. Es aquí donde tenemos
un hilo conductor capaz de generar planes directores que faciliten una nueva
relación con el río en sus distintas escalas.
Dichas escalas
deberán presentar soluciones acordes a su entorno, bajo el respeto a la
naturaleza y a la ciudad que lo alberga, considerando la regeneración de esta
infraestructura como una oportunidad para transformar el entorno construido,
pero también para influir decisivamente en el que está por construir. Es
por ello que, como infraestructura azul, puede articular diferentes ‘dedos
verdes’ que reconecten al tejido urbano con esta, constituyendo nuevos
elementos que deberán mitigar los efectos.
Estas
soluciones van desde parques fluviales donde se renaturalice el río para
dotar de una zona verde a la ciudad hasta corredores verdes a modo de pasillos
ecológicos urbanos allí donde no llega el agua. Podemos crear, incluso, nuevos bosques
metropolitanos situados en la escala del extrarradio, donde el río puede
ser fuente de multitud de oportunidades que permitan disponer de espacios de
gran dimensión a una distancia no muy lejana.
Sobran ejemplos
en España de cómo utilizar el río como eje vertebrador de una infraestructura
capaz de transformar la ciudad y adaptarla a las nuevas exigencias del siglo
XXI.
SOLUCIONES A LA
MEDIDA LOCAL
Ciudades
españolas como Bilbao, Valencia o Madrid han
transformado sustancialmente la calidad de los entornos del río, transformado
un espacio degradado en un dinamizador cultural, económico y social, capaz de
albergar equipamientos que suplan la falta de servicios. Ejemplos como el del Ayuntamiento
de Sevilla, donde a través de un equipamiento como CartujaQanat, sobre el agua del río Guadalquivir, es capaz de generar
refugios medioambientales a través de sistemas pasivos, un nuevo espacio seguro
ante un panorama donde las altas temperaturas son cada vez más frecuentes, duraderas
y difíciles de combatir en términos de salud y bienestar especialmente, entre
las personas más vulnerables como niños, mayores o trabajadores al aire libre.
Imagen del proyecto Cartuja Qanat en Sevilla
No solo las
grandes ciudades son capaces de albergar este tipo de intervenciones. El
ejemplo es Zuera, una pequeña localidad zaragozana bañada por el río Gállego.
En su caso, con un presupuesto municipal mucho más limitado, las autoridades
proponen de forma consciente y con la arquitectura y el urbanismo como
herramientas- la recuperación del soto de ribera inundable, así como su
disfrute en una solución de alto valor propuesta por los arquitectos Alday, Jover y Sancho.
La colaboración
institucional tiene un papel clave en la implantación de este tipo de
soluciones, pues son las administraciones quienes tienen la capacidad para
organizar, proponer y promover este tipo de iniciativas. Impulsando la colaboración interinstitucional
a nivel municipal, regional y de Confederaciones Hidrográficas se puede tejer
una red de planes directores que ponga en valor la malla de infraestructuras
azules de que disponemos. Ello permitiría generar nuevos espacios asociados a
estas infraestructuras o hasta nuevas infraestructuras verdes capaces de darnos
sumideros medioambientales que actualicen el tejido urbano de la ciudad del
siglo XXI.
Sin embargo, se percibe en
la Administración una cierta falta de conciencia en lo que respecta al cambio
climático. Siendo las inundaciones y los fenómenos meteorológicos extremos cada
vez más intensos y frecuentes no hay temporal o tormenta que no implique
riadas o destrozos en multitud de localidades- carecemos de una voluntad
general para redefinir el paisaje urbano y periurbano en lo que tiene que
ver con la captación y/o gestión del agua o de los refugios urbanos frente al calor, en caso de las ciudades climas más
secos.
Tampoco podemos ignorar que
las soluciones deberán ser necesariamente interinstitucionales, por cuanto la
administración local difícilmente podrá afrontar, en la mayoría de los casos
las grandes infraestructuras necesarias para paliar estas situaciones.
EL PROBLEMA DE LOS NUEVOS
DESARROLLOS
Una pregunta
que debemos hacernos, llegados a este punto, es cómo afrontar los nuevos
desarrollos residenciales. Muchos de ellos están alejados de las infraestructuras
azules y, por tanto, carecen de la posibilidad de beneficiarse de sus ventajas.
Las soluciones,
de nuevo, son numerosas. Entre ellas destacan la creación de esos pasillos
con vegetación adaptada y baja demanda de irrigación; o el establecimiento
de redes colectivas de transporte público con plataforma reservada para
evitar el uso del vehículo privado; y, por supuesto, la creación de una malla
urbana con mixtura de usos que mezcle el residencial, el terciario, los
equipamientos, el ocio y las zonas verdes, evitando la creación de núcleos
aislados (grandes parques de oficinas o comerciales) que empujen al usuario al
coche particular.
Pero el aspecto clave de
los nuevos desarrollos es, sin duda, no repetir los errores del pasado. Estamos
escarmentados de Programas de Actuación Urbanística, los famosos PAU, tremendamente
vinculados desde su concepción al vehículo privado. Estos PAU aparecen en el
territorio como islas rodeadas de infraestructuras que nada tienen que ver con
los corredores verdes o azules. Y si bien estas configuraciones dieron
respuesta a una serie de problemas que sufrimos a lo largo del siglo pasado -la
falta de vivienda, fundamentalmente, y las necesidades de expansión urbana
fuera de los núcleos ya colmatados-, ya hemos aprendido que el formato de
grandes avenidas multicarril asfaltadas solo empeoran el efecto isla de calor o efecto sartén y el uso del vehículo privado, foco de emisiones de efecto
invernadero.
Hoy somos conscientes de
que el nuevo siglo no puede seguir por el mismo camino. La manera de actuar
debe de responder a una nueva problemática. La falta de espacios verdes, de
espacios públicos y de infraestructuras debe enfocarse a mitigar fenómenos
meteorológicos adversos.
Las ciudades tienen en su paisaje
fluvial una oportunidad fantástica para definir el urbanismo del siglo XXI, un
urbanismo que habla de regeneración, de respeto al medio ambiente, de una
ciudad abierta y permeable a toda la sociedad. Qué mejor manera de impulsar
esta trasformación que a través del agua. Solo necesitamos el impulso de las
administraciones y la concienciación de la sociedad para transformar la ciudad
desde el origen, el río.
Darío Ruiz Navas