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      Artículo nº11




Las cuentas pendientes de la arquitectura adaptativa como solución al cambio climático



En el escenario actual de unas ciudades que se enfrentan el cambio climático, la arquitectura y el urbanismo definidos por Le Corbusier nos sirven de guía para resituar la escala humana en el centro de la escena.



A pesar de ser un desarrollo del siglo pasado, Le Corbusier y su Modulor-sistema de medición a partir de la estatura del ser humano conectan directamente con la arquitectura adaptativa. Esta se materializa en edificios que pueden ajustarse a las demandas cambiantes del entorno y a las necesidades de las personas que lo habitan en cada momento, teniendo en cuenta que los avances tecnológicos ya nos permiten crear sistemas que respondan en tiempo real a variables como la luz, la temperatura o la ocupación de los espacios.

Tres conceptos definen esta arquitectura adaptativa:

1. Edificios modulares, que pueden integrar unidades autónomas y adaptables, que se conectan y desconectan, que se adaptan a la evolución vital del ser humano y a sus capacidades, como el proyecto MADI. Este diseño de origen italiano utiliza módulos plegables para crear diversas configuraciones arquitectónicas en función del espacio disponible, de los usos o del número de ocupantes. Un sistema reutilizable, escalable y transportable.

2. Tecnologías de adaptación, sistemas de automatización y tecnologías inteligentes que pueden ser implementados para ajustar la iluminación, la temperatura y la disposición del espacio. El sistema de gestión de edificios del centro comercial The Crystal en Londres es un buen ejemplo. El edificio diseñado por Wilkinson Eyre Architects incorpora toda una serie de sensores configurados por Arup que permiten que el complejo funcione en modo de ventilación mecánico, natural o mixto, además de posibilitar la regulación lumínica.

3. Arquitectura sensible al contexto, bioclimática, bajo sistemas pasivos, ajustada a las condiciones ambientales y sociales para relacionarse activamente con su contexto. El proyecto "The Edge" en Ámsterdam levanta un gran atrio que fija el concepto de oficina colaborativa, dinámica, confortable, saludable y sostenible que en España han empleado empresas como SanofiVueling, cuyas oficinas han sido desarrolladas por Ruiz-Larrea. Forma y orientación se ajustan en The Edge para aprovechar las condiciones climáticas del lugar a su favor, reduciendo las necesidades energéticas. Un diseño que se completa con sistemas de iluminación y climatización controlados por sensores.

Si volvemos atrás, comprobaremos que la  "l'Unité d'habitation" de Le Corbusier ya nos mostraba cómo elaborar una vivienda que recoja todo lo necesario para vivir con el sistema Modulor como base. Con el aprovechamiento estricto del espacio como premisa principal, cada vivienda era consideraba como un espacio único integrado, que comprendía cocina, comedor, sala de estar y un dormitorio que no sólo se utilizaba para dormir, sino también como espacio de trabajo o ejercicio. Los espacios comunes, como plantas bajas libres y azoteas, eran los espacios pensados para el encuentro de la comunidad.



Las claves: industrialización y circularidad

Para Le Corbusier, la eficiencia de sistemas e instalaciones era importante para hacer más eficaces las labores domésticas y facilitar la vida de las personas. En su arquitectura se aprecia la canalización y unificación de los sistemas de agua caliente y de ventilación para optimizar la distribución en las diferentes viviendas. La estandarización de los espacios y la racionalización de la construcción permitían que la mayor cantidad de personas pudieran habitar a un menor coste.

Sin embargo, para superar a Le Corbusier y hablar de una arquitectura adaptativa plena hay que volver a pensar en el cambio climático, que es el principal reto de la sociedad actual.

Hacer ciudades resilientes al cambio climático nos obliga, en primer lugar, a resolver la industrialización constructiva para reducir plazos, costes y, sobre todo, emisiones de carbono de un sector como el de la construcción y operación de edificios, que supone el 38% de las emisiones de CO2 globales.

En segundo lugar, es absolutamente imprescindible incluir el input de la circularidad en todo el ciclo de vida del edificio. La circularidad trata de adoptar un enfoque holístico que considere no solo la eficiencia energética y el uso de materiales sostenibles, sino también la minimización del desperdicio, la reducción de las emisiones de CO2 y la optimización del transporte a lo largo de todas las etapas del proceso de construcción y operación.

El uso de materiales previamente reciclados como el vidrio, la madera el hormigón o el yeso (empresas como Knauf ya han desarrollado un sistema capaz de separar cartón y yeso de sus placas para su reutilización), la demolición selectiva y la separación en origen con procesos cada vez más eficaces y con menores emisiones ocupan un lugar central en este esquema. No se trata solo de trabajar con materiales con declaración ambiental de producto y lo más próximos posibles, sino de llevar la filosofía crade to cradle, en la que un material es ‘alimento’ técnico o biológico para otro, lo más lejos posible.

Como hemos visto, la escala humana propuesta por Le Corbusier es un punto de referencia constante en medio de un paisaje arquitectónico que se redefine continuamente. El siguiente paso, sin embargo, es establecer soluciones para el hábitat de las personas contemplando al mismo tiempo el ciclo de vida de los edificios, el máximo grado posible de circularidad y la sostenibilidad de los materiales y los procesos, cumpliendo la industrialización un papel central.

Arquitectos, promotores, industria e instituciones debemos tener la capacidad de proyectar edificios que no solo sean testigos de su tiempo, sino que evolucionen con él, adaptándose a las necesidades de las generaciones presentes y futuras. La arquitectura se convertirá así en lo que siempre fue, una respuesta a las necesidades humanas, la expresión tangible de la fusión entre la permanencia y el cambio.


Gabriel A. Leiva