Artículo nº7
Vivienda y ciudad de los 15 minutos: dulce promesa o amarga irrealidad

“Calidad de vida es tener nuestras necesidades sociales satisfechas con el mínimo de consumo de recursos naturales y la máxima capacidad de generación de economía y empleo, con una ciudad mucho más vivible. Porque como vecinos encontramos la humanidad que hemos perdido”
Carlos Moreno, urbanista y profesor de La Sorbona (París)
La ciudad de
los 15 minutos es un concepto en boga como la solución que salvará nuestras urbes. Su intención es restituir el funcionamiento de los grandes núcleos humanos al momento anterior en el que estos se adaptaron o sometieron al vehículo privado: en un radio de
15-20’ minutos a pie, se dispone idealmente de un mix de usos (educativos, administrativos, sociosanitarios, socioculturales, deportivos y de ocio, comerciales) que permite satisfacer
cualquier tipo de necesidad cotidiana.
Esta idea impulsada por el urbanista y profesor de La Sorbona (París) Carlos Moreno viene a combatir el fenómeno de la disgregación no solo territorial, sino de usos, donde el automóvil que llegó para conectarnos
resultó ser el acelerante de un urbanismo de dispersión.
Durante la pandemia, los humanos padecieron los problemas del urbanismo ‘duro’ del último siglo, al que hoy se opone una ciudad más
humana, más saludable y más confortable. El teletrabajo, que gracias al COVID-19 se implantó de forma masiva, apareció como factor necesario para dicha transformación.
Desde entonces se han incorporado al discurso público las
bondades de una ciudad donde la movilidad privada obligatoria -fundamentalmente de carácter laboral- se reduzca drásticamente y donde la permeabilidad de usos sea el criterio general. Un ideal que está lejos de materializarse y que requiere de un drástico cambio de mentalidad, como vamos a ver.
El factor limitante de la vivienda
Tras la pandemia, el teletrabajo ha quedado como una posibilidad remota -cuando no insignificante- para la mayoría de los trabajadores. Las carreteras han
vuelto a congestionarse y millones de empleados se desplazan durante horas para ocupar
su puesto en un movimiento diario que lanza a la atmósfera una cantidad disparatada de toneladas de CO2 cada año.
Ante este panorama, queremos poner el
foco en una reflexión tan básica como que las personas no viven donde quieren, sino donde
pueden, donde sus recursos les permiten acceder a una vivienda; algo que en ciudades como Madrid o París (ambas con
nuevos planteamientos donde el concepto de la ciudad de 15 minutos se está utilizando)
es absolutamente determinante.
El futuro desarrollo de Madrid Nuevo Norte, por ejemplo, propone un mix de usos muy interesante, pero también plantea a sus promotores el reto de que una parte importante de las personas que allí residan tengan que seguir desplazándose para ir a trabajar a distancias medias (cuando no largas). El mix de usos puede diseñarse para actividades cotidianas como ir a comprar, hacer deporte o disfrutar de
la cultura, pero es difícl que responda totalmente a la movilidad laboral diaria, que debe satisfacerse, eso sí, con medios públicos rápidos y eficaces.
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Debemos señalar que la escasez de vivienda asequible, acrecentada por la transformación del entramado residencial tradicional para adaptarse al turismo -permitiendo incluso que zonas enteras hayan suprimido la cotidianeidad de usos por apartamentos turísticos
y servicios enfocados al turismo- ha roto el mix existente en muchos
barrios de las grandes capitales.
Los centros urbanos han perdido inexorablemente el entramado de pequeños negocios que
permitían al ciudadano abastecerse en la puerta de casa de los enseres más
cotidianos. A su vez, el encarecimiento y la escasez de vivienda en propiedad y alquiler ha desplazado a las
rentas más bajas hacia la periferia urbana o a aquellos PAU de desafortunada concepción. Ambos son, con frecuencia, inconexos e incompatibles con el concepto de ciudad peatonal, obligando, de nuevo, a largos desplazamientos hacia el trabajo o el comercio.
Legislación dinámica
Nuestras ciudades no deberían parecerse a un
parque temático de escaparates y monumentos conservados puntualmente. Tendrían que ser, por el contrario, un espacio de convivencia para todo tipo de usos y personas. La voluntad política debe ir encaminada
a favorecer la flexibilidad de usos tan característica en las ciudades de
antaño, a la creación de nuevas viviendas y a potenciar la iniciativa privada allí donde esta es más eficaz.
Asimismo, debe tenerse en cuenta que el exceso de legislación y su extrema rigidez -tanto en plazos como a nivel normativo- imposibilitan la corrección de los problemas: tenemos normas urbanísticas que condenan al ciudadano a vivir en ciudades inamovibles y reacias al
dinamismo social con el que evolucionamos. Los pasos adelante que ha dado Madrid en este sentido, sin ser totalmente suficientes, demuestran que lo mejor está por venir si hay voluntad de cambio, porque ya hay servidores públicos concernidos.
La ciudad de los 15 minutos es algo tan palpable como los barrios donde el
individuo se reconoce entre sus vecinos y es parte activa del día a día. Debemos avanzar hacia un modelo sostenible donde prime el ser humano. Como ser social, nuestra ciudad debe favorecer las relaciones entre personas,
por lo que es necesario recuperar el espacio público arrebatado por el vehículo
privado, potenciar los puntos de encuentro entre los habitantes, dotar de más viviendas asequibles y flexibilizar la normativa para favorecer el
crecimiento de la ciudad hacia una escala humana donde el mix de usos
funcione.
